Un nuevo día para avanzar

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El talento sin disciplina es como un pulpo con patines: habrá mucho movimiento, pero nunca se sabe si va para adelante, para atrás o para los lados. La disciplina es el puente que te lleva a tus metas. Es hacer eso que debes para alcanzar lo que tanto quieres, aún cuando no tienes muchas ganas de hacerlo. Es alinear tus prioridades, establecer planes, estrategias concretas, y llevarlas a cabo con mucha constancia y dedicación.

El esfuerzo hay que concentrarlo y direccionarlo, establecer una misión y una visión clara de lo que queremos, emplear bien nuestro tiempo y sacarle el mayor provecho, sin excusas, tratando de ver siempre el lado positivo, intentando buscar soluciones y creyendo por encima de todo en nuestro potencial para alcanzar aquello que anhelamos.

La persona realmente disciplinada sabe la diferencia entre la excelencia y la obsesión, es una línea delgada que no se debe cruzar. La disciplina es comprometernos con nuestras metas, es entender que todo aquello que vale la pena toma su tiempo, es aprender de los errores y no tirar la toalla ante cualquier tropiezo, es seguir adelante y continuar, es disfrutar el proceso e ir aprendiendo de cada experiencia sin importar que tan grande o pequeña sea. La disciplina es como un músculo, tienes que trabajarla y entrenarla para ir mejorando, hasta que ya no te resulte difícil y salga de forma natural, pasando a ser una de tus mejores cualidades.

Recuerda que la diferencia entre una persona exitosa y otra que no lo es, es que la exitosa nunca se da por vencida.